Una mermada Clinton y un dubitativo Biden ceden terreno a los republicanos
El panorama en el Partido Demócrata de cara a las elecciones presidenciales de 2016 se ha trastocado considerablemente en comparación a lo que sucedía hace algunos meses, cuando Hillary Clinton era la aspirante en vías de ser “coronada” candidata.
Ningún otro político de su partido parecía entonces con la capacidad, el respaldo y el fuelle ya no digamos para derrotarla en las primarias, ni siquiera para darle verdadera pelea en ese proceso. Y dado que hasta hace poco ninguno de los aspirantes republicanos había mostrado capacidad, al menos según las encuestas, para derrotar a Clinton en la elección general, la primera mitad de 2015 culminó con la demócrata con una firme ruta para volver a la Casa Blanca, donde ya vivió cuando su esposo Bill fue presidente (1993-2000).
Pero las cosas han cambiado durante este verano.
Clinton aún es la puntera en las encuestas del proceso primario del Partido Demócrata, pero el senador Bernie Sanders (que se asume con orgullo demócrata-socialista) ha organizado manifestaciones multitudinarias de sus simpatizantes y subido fuertemente en las encuestas, y lo mismo ha pasado con el vicepresidente Joe Binder: sus puntos han subido y hay un cierto clamor para que se sume al proceso primario en curso.
Del lado republicano, la marejada de Donald Trump ha cubierto por completo a ese partido y hoy el magnate es el puntero de un grupo de 17 en la contienda por la candidatura presidencial. Su agresividad, su estridencia y su atractivo para millones lo han vuelto, hasta el momento, imparable entre los republicanos y algunas encuestas incluso lo han colocado adelante o en empate con Clinton y el resto de los demócratas. Incluso Bush y Carson superan ya a Clinton en estudios recientes (y con mayor ventaja que Trump, por cierto).
¿Por qué entonces el empuje de Clinton parece estar menguando y por qué Biden, cuyo carisma y buena imagen entre los demócratas podría convertirlo en una fuerte alternativa, con todo no se decide a postularse?
Aunque eso solo puede ser respondido del todo, si cabe, por los aspirantes mismos, hay algunos datos y percepciones que ayudan a clarificar el asunto.
En principio, los datos duros no son en estricto sentido catastróficos para Clinton. En la contienda demócrata, a escala nacional ella se mantiene como puntera, por márgenes diversos. De acuerdo a Real Clear Politics, Clinton con 37% de la intención de voto está 10 puntos arriba de Sanders y 17 arriba de Biden en la encuesta de CNN/ORC de este 11 de septiembre. Y en la de Mommouth del 8 de septiembre Clinton con 42% superaba por 20 puntos a Sanders y 22 puntos a Biden. Y aún es muy temprano en la campaña y los números, como ha sucedido en ciclos anteriores, a estas alturas del proceso no suelen ser muy predictivos del resultado de la elección general de noviembre del año siguiente.
Pero hay focos rojos. A principios de septiembre Clinton tenía 55% en la encuesta de Public Policy Polling, 30 puntos más que Sanders, lo que implica que el senador por Vermont ha remontado singularmente. Y si se suman los resultados de Sanders y Biden más los otros candidatos marginales en las encuestas de CNN/ORC y de Mommouth, el porcentaje de los que no apoyan a Clinton es ya mayor que el de los que sí la apoyan.
Por otro lado, el factor de elegibilidad –de quién es más capaz de ganar la elección general- que antes se inclinaba sustantivamente ante Clinton, ahora ya no es tan claro. En la encuesta de CBB/ORC, Clinton empata con Trump (48% cada uno) pero pierde 47% a 49% con Jeb Bush y 46% a 51% con Ben Carson. ¿Quién diría hace unos meses que Clinton estaría detrás y que Carson sería el republicano que más fácilmente podría vencerla según estas encuestas recientes?
Ciertamente, Trump, Carson e incluso Bush han estado expuestos mucho más ante la opinión pública que Clinton, quien se ha consumido demasiado lidiando con el ‘affaire’ de su correo electrónico privado usado para sus comunicaciones oficiales cuando era Secretaria de Estado. Los ciudadanos, así, han podido ver más a Trump, a Carson e incluso a Bush en acción, con mayor o menor fortuna. En cambio a Clinton se le ha visto mayormente opacada por el ‘emailgate’ y con un perfil algo recatado.
En ese contexto, con los republicanos en ebullición y una Clinton que pierde fuelle, ¿por qué Biden no decide lanzarse, máxime cuando tiene una buena cantidad de apoyo en las encuestas sin siquiera hacer campaña?
A esto cabe añadir que, cuando se pone a Biden frente a los posibles candidatos republicanos, él consigue un factor de elegibilidad mejor que el de la propia Clinton: según la citada encuesta de CNN/ORC, Biden derrota a Trump 54% contra 44% y a Bush 52% contra 44%. El único contra el que en esa encuesta ningún demócrata puede es con Carson, quien también vencería a Biden 50% contra 47%. Una prueba más de que este es un proceso singular.
Con todo, Biden aún sigue en la ambigüedad. En el programa ‘The Late Show with Stephen Colbert’ Biden reconoció abiertamente que aún está en proceso de decidir, según comentó el periódico The Hill, y se cuestionó a sí mismo si tendría el empuje emocional para emprender una nueva campaña por la candidatura presidencial (lo intentó sin éxito en 1988 y 2008).
El coqueteo de Biden –y que su interacción con los medios contando su historia personal y en especial la reciente muerte de su hijo Beau (quien le habría pedido antes de morir que se lanzara por la Casa Blanca)– deja entrever que no ha descartado nada y que aún mide las aguas para ver sus posibilidades y la receptividad ciudadana. Y quizá quiera ver cuál es el piso de Clinton y el techo de Sanders antes de dar su paso.
Sea como sea, y aunque en ciertas encuestas Clinton se muestre a la baja, no se trataría de una tendencia irreversible, ni de una situación definitiva. Su reciente ‘pasividad’ tendría quizá que ver con no esperar hasta que el panorama general sea más claro o comiencen a crecer los competidores. Ahora podría ser el momento y, de hacerlo, Clinton estaría en una buena posición para potenciar su campaña de una manera más intensa.
Su reciente reto a Trump para medirse en un debate en caso de que el magnate sea el nominado republicano (y en el que ella en cierto modo se asume como la nominada demócrata) sería un signo de ello. Y si se suma que eso lo dijo, de acuerdo a CNN en el contexto de un evento donde se dijo en firme defensa de los derechos de la mujer, del alza al salario mínimo, de la ampliación del cuidado infantil y de la organización Planned Parenthood (que ofrece servicios de salud reproductiva, incluida la práctica del aborto legal) es posible suponer que ella comienza a acelerar para acometer la pendiente y que no va a dejar que la rebasen por la izquierda (Sanders) ni por su mismo carril (Biden, quien a fin de cuentas es el vicepresidente y parte de la administración actual).
En tanto, Sanders prosigue y a Biden se le acaba el tiempo para decidir. Levantar una estructura de campaña, de voluntarios, de recaudación y demás lleva tiempo y si Biden no se decide temprano en el otoño, su ventana de posibilidad podría cerrarse.
Pero lo cierto es que la presente contienda presidencial es todo menos común y corriente, y aún podría tener muchas sorpresas y volteretas por ofrecer.